Efectivamente, se piensa que la avaricia, la
ambición, la lujuria y otros mil pasatiempos más son cosas inocentes
mientras no sirvan de pretexto para cometer algún delito o un crimen
prohibido por las leyes humanas. Es más, cuando alguien soportó grandes
trabajos y dolores, sin cometer fraude, para adquirir o aumentar su
dinero, para alcanzar o mantener sus honores, o para luchar en la
palestra o cazar, o para exhibir algo plausible en el teatro, no parece
una nonada dejar sin reprensión esa vanidad popular, sino que es
exaltada con las mayores alabanzas, como está escrito: porque se alaba al pecador en los apetitos de su alma.
Pues la fuerza de los deseos lleva a tolerar trabajos y dolores, y
nadie acepta espontáneamente lo que causa dolor, sino por aquello que
causa placer. Mas, como digo, se juzgan lícitas y permitidas por las
leyes, esas apetencias por las que soportan, con la mayor paciencia,
trabajos y asperezas, los que inflamados por ellas tratan de
satisfacerlas.
San Agustín
La paciencia
Capítulo IV
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