Notas:

30.10.14

LA LEYENDA NEGRA

1899 «Sábense de sobra en el extranjero nuestras desdichas, y aun no falta quien con mengua de la equidad las exagere; sirva de ejemplo el libro reciente de M. Ives Guyot, que podemos considerar como tipo de leyenda negra, reverso de la dorada. La leyenda negra española es un espantajo para uso de los que especialmente cultivan nuestra entera decadencia, y de los que buscan ejemplos convincentes en apoyo de determinada tesis política.» «Nos acusa nuestra leyenda negra de haber estrujado las colonias. Cualquiera que venga detrás las estrujará el doble, sólo que con arte y maña.»

«Y pues mi sinceridad me autoriza, tengo derecho a afirmar que la contraleyenda española, la leyenda negra, divulgada por esa asquerosa prensa amarilla, mancha e ignominia de la civilización en los Estados Unidos, es mil veces más embustera que la leyenda dorada. Esta, cuando menos, arraiga en la tradición y en la historia; la disculpan y fundamentan nuestras increíbles hazañas de otros tiempos; por el contrario, la leyenda negra falsea nuestro carácter, ignora nuestra psicología, y reemplaza nuestra historia contemporánea con una novela, género Ponson du Terrail, con minas y contraminas, que no merece ni los honores del análisis. El tal novelón nos ha perjudicado, pues por absurda que sea la calumnia, siempre habrá quien la crea y propale; pero nada hubiese podido la calumnia contra nosotros, si nuestros yerros no colaborasen con nuestros calumniadores para llevarnos al abismo.» (Emilia Pardo Bazán, «La España de ayer y la de hoy (La muerte de una leyenda)», Madrid 1899, páginas 62, 79 y 90.)

Emilia Pardo Bazán contrapone a la leyenda negra de los hispanólatras (Víctor Hugo a la cabeza) una leyenda dorada de la Historia de España igualmente dañina. Esta conferencia no pasó precisamente desapercibida, y al margen del debate y los análisis propios de la filosofía de la historia de España, sirvió para extender y popularizar, en España pero también en Francia, el rótulo leyenda negra (y en menor medida los rótulos leyenda dorada y leyenda áurea).

«La leyenda negra. De dos clases de leyendas relativas al pasado de nuestra patria y capaces de afectar a su presente y porvenir, se ocupó en la expresada conferencia, según los telegramas comunicados de París, la Sra. Pardo Bazán. Una es «la leyenda negra,» la que forjaron y tejieron con insistencia terrible desde el siglo XVI protestantes y enemigos de la hegemonía que entonces ejercía España; otra es «la leyenda áurea,» creada por la rica imaginación de este pueblo meridional, no contra la verdad o a costa de la misma, sino posponiendo lo real a lo ideal y exagerando las hazañas y glorias de nuestros ascendientes.» (Joaquín Maldonado Macanaz, «Dos leyendas», La Época, Madrid, jueves 20 de abril de 1899, pág. 1.)

«En cuanto a los literatos franceses, asistieron muchos, así como también alguno italiano. Me oyeron con la atención con que un hermano escucha al médico el diagnóstico de la enfermedad de otro hermano. Convinieron en que, para las naciones latinas, el ejemplo de España era saludable, opinaron que muchos de mis juicios eran aplicables a Francia, y lamentaron, no la pérdida de la leyenda áurea del pasado, y sí la sustitución de ésta por la leyenda negra del presente.» («Interview con la Sra. Pardo Bazán», La Época, Madrid, domingo 30 de abril de 1899, pág. 3.)

«Al final de su conferencia, la Sra. Pardo Bazán rechaza con indignación las imputaciones contra la lealtad española, las historias de voladuras, los novelones de la leyenda negra, forjados por «esa asquerosa prensa amarilla, que es una de las ignominias de los Estados Unidos.» La idea dominante de la conferencia es que no hemos sido ni más crueles ni siquiera tan ávidos como los anglo-sajones; que si hemos perjudicado a alguien, ha sido a nosotros mismos, y que, raza superior y pueblo en otro tiempo gloriosísimo, sólo necesitamos hacernos cargo y reflexionar para emprender el camino de la restauración de nuestra buena fama y de nuestras energías postradas hoy.» («La conferencia de Doña Emilia Pardo Bazán», La Época, Madrid, lunes 22 de mayo de 1899, págs. 2-3.)

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