-Ay, que guapa soy ...
Era muy soberbia, muy soberbia. y un día que estaba mirándose al espejo se le presentó un hada y dijo:
-Tienes que ser mejor de lo que eres, porque eres demasiado soberbia.
Y la princesa la echó de casa:
-Vete. Soy la más guapa de la Corte, y tú no eres quién para decirme cómo tengo que ser.
Entonces, dijo el hada:
-Yo te voy a hacer para que no seas tan guapa.
Y hizo un nublao muy grande, muy grande; empezó a moverse todo, y de repente la niña se quedó muy fea. Tan fea que no sabía qué hacer; se tapó la cara y se metió en casa. Pero como no podía resistir que la gente la mirara, se fue al bosque. y se le presentó el hada y le dijo:
-¿Sabes lo que vamos a hacer? Te vamos a echar una piel de asno por encima y te vas a dedicar a pastora; vas a estar con unas cabras en castigo a tu soberbia.
Y andaba siempre por ahí, continuamente con las cabras, y le daba asco a la gente, porque, aunque se lavaba y se le quitaba, le volvía a caer otra vez la piel nada más lavarse.
Y ya, después de mucho tiempo, como había sufrido tanto, el hada le perdonó; y un día que estaba dormida al pie de un arroyo, de repente la alumbró una luz muy brillante y la despertó, y oyó una voz que le decía que se mirara en el arroyo. Se miró y vio que la cara la tenía guapa, porque hasta entonces la tenía como quemada. Y dijo:
-¿Qué hago yo con la cara guapa, si la piel de asno no me la puedo desprender?
Cogió, se bañó en el arroyo y se quitó la piel de asno, y cuando salió fue a ponérsela y estaba toda encogida, y ya no se la pudo poner. y colorín colorado, que este cuento se ha acabado.
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