Hay cantautores que están imantados de insensibilidad e intentan contagiar de ella a ritmo de música. Estos cantautores se apropian de la música como un virus lo hace con una célula huésped para reproducirse. El caso del cantante Manu Chao es un interesante ejemplo de infección artística. Un arte al servicio de una maquinaria de terror y de apisonamiento de libertades básicas es el arte que prefieren los que la falta de talento o la incapacidad artística les inhabilitan para llegar a un público más amplio. Eso los hace únicos, como únicos son un Silvio Rodríguez o un Hugo Chávez que se mete a canturrear porque aún no ha encontrado a su cantautor oficial bolivariano. La gira “gratuita” y propagandística de Manu Chao por Cuba, Venezuela y otros países de la región es la única posibilidad que tiene alguien que prefirió unirse
que exista el terrorismo vasco cuando expresó « Lucho sí por una cultura. Y que tus hijos pueden ir a una escuela y aprender una cultura que ha sido reprimida durante 40 años, entonces ahí si ETA, y ahí sí defensa popular, y lo que sea para salvar eso» es una persona indudablemente comprometida con el terror. Cantar en una tribuna llamada “antiimperialista” donde ondean banderas negras con el objetivo de ocultar las frases
humano y que se encuentran institucionalizados en Cuba.
El compromiso que algunos titiriteros y cantantes, como Manu Chau, tienen con la libertad y con la democracia se evidencia en actos como este en que no dan síntomas del menor complejo al colaborar con tiranías y dictaduras de la peor calaña. Dictaduras y tiranías de izquierdas, pero dictaduras y enemigas por tanto de la libertad y de la democracia.
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