Normalmente me gusta enredar un poco, llevarles a ustedes a mi terreno dando una vuelta por aquí, otra por allá. Hoy me van a permitir que sea muy directo, porque el tema se las trae y me parece de una enorme gravedad. El presidente Rodríguez ha pactado la entrega de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla al Reino de Marruecos. Me consta que es así, aunque me lo desmientan por los cuatro costados, porque mis fuentes de información gozan de un acceso privilegiado y, tal y como se me ha contado, no puedo por menos que dar crédito y hacer a ustedes partícipes de lo que buenamente pueda, que no será todo, pero sí muy sustancioso y, si saben leer entre líneas, algo más habrá que provoque su atención como me sucedió a mí.
Desde que el 14 de marzo de 2004 Rodríguez ganara –contra todo pronóstico- las elecciones gracias a los atentados del 11-M, su política ha venido marcada por un pacto anterior, el que los fundamentalistas de ERC negociaron con el PSC y que condiciona también al PSOE y a su relación con el PP; por otro intermedio, el que ERC cierra con la banda terrorista ETA en Perpiñán y que implica que el Ejecutivo vaya dando los pasos suficientes y necesarios para la autodeterminación de Cataluña y el País Vasco –hoy puede darse una zancada si el Parlamento Catalán envía a Madrid la reforma anticonstitucional del Estatut-; y un tercero del que no tenía cuenta hasta ahora pero sospechaba, y en el que intervienen personas muy próximas a Rodríguez y al monarca alauita, Mohamed VI. Este tercer pacto implica la cesión definitiva de las dos plazas españolas en el Norte de África, contra toda razón histórica.
¿A cambio de qué?
He ahí la cuestión, porque es más que probable que Marruecos ya haya pagado su parte y que algo tenga que ver con el hecho de que hoy Rodríguez sea presidente y, si no, vayan a las páginas de los periódicos, a las más recientes hemerotecas, y simplemente aten cabos que les llevarán a puertos muy interesantes.
La entrega ya está pactada, y lo único que el Gobierno tiene que hacer es ir creando el necesario ambiente favorable en la opinión pública para que, en el momento en el que se tome la decisión, el coste en términos electorales sea el menor posible. Para esa tarea de adormecimiento social el Gobierno cuenta con inestimables colaboradores en los medios de comunicación, y ya están preparados los argumentarios que medios y periodistas de cuestionable independencia seguirán al pie de la letra. ¿Será María Antonia Iglesias de las primeras en pretender convencernos de que es mejor devolver Ceuta y Melilla a Marruecos para evitarnos escenas como las vividas esta semana en ambas plazas y que ayer mismo causaron cuatro muertos? No es ninguna casualidad que los asaltos de inmigrantes a las vallas fronterizas se produzcan al mismo tiempo que la cumbre España-Marruecos en Sevilla, a la que no han sido invitados representantes de estas dos plazas, y sí de las comunidades de Canarias y Andalucía.
Se utilizarán argumentos falaces, sofismas que pretenderán hacer creer que la Historia es distinta a como se ha escrito y que ambas plazas son colonias que deben ser devueltas a Marruecos, cuando aquel reino nunca tuvo poder territorial sobre ellas. Es más, Ceuta y Melilla pertenecen al territorio español desde bien antes que Alá diera en convertir al rey alauita en profeta de su doctrina. Nada contarán de la conquista de Melilla por parte de Juan Alonso de Guzmán, III Duque de Medina Sidonia, en nombre de los Reyes Católicos, o de la de Ceuta por parte de Juan I de Portugal para luego pasar a formar parte de la Corona de los Austrias en 1640. La Historia es un molesto obstáculo fácilmente salvable en una sociedad dispuesta a tragarlo todo.
La pregunta que me hago, y deberían hacerse ustedes, no es otra que la de quién es el cerebro, el muñidor de este plan maquiavélico para deshacer todo lo que hemos construido con un enorme esfuerzo, con el objetivo de eliminar aquello que más le molesta en sus fines totalitarios, y que se va ejecutando siguiendo un guión preestablecido de manera perfecta y al detalle. Es evidente que Rodríguez no tiene la capacidad para pergeñar algo que precisa de una habilidad e inteligencia notables, por más que el discípulo pueda pretender ahora emular e, incluso, superar al maestro provocando la contrariedad de éste.
No. Hay una mano que mece la cuna.
Una mano muy bien relacionada con la inteligencia del país vecino, muy amiga de la monarquía alauita –y no hablo de ‘hermanos’ reales, no van por ahí los tiros, por más que muchos no entendamos la reticencia de Juan Carlos I a visitar las plazas africanas sobre las que también reina-, y que conserva intacta la red de información que en su día tejió en los servicios secretos y la inteligencia españoles. Una mano que fue aspa de molino y que ha tenido una habilidad especial para seguir controlando los resortes del poder aun bajo la apariencia de un dorado retiro. Y, si no, que se lo pregunten a Alfonso Guerra. A mí me ha causado pavor.
Federico Quevedo. EL CONFIDENCIAL (Viernes, 30 de septiembre de 2005)
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