Notas:

13.10.06

COMER EN EL "BURKA-KING"

Son ya demasiados para creer que se trata de hechos inconexos. Desde la condena de Salman Ruhsdie hasta las recientes protestas por el vídeo de los jóvenes daneses pintando a Mahoma, la realidad es que en Europa han pasado dos cosas muy importantes: primero, el aumento de la población musulmana en nuestro suelo; lo segundo, una imparable radicalización, islamización, de los musulmanes en Europa. Ambas cuestiones amenazan con cambiarnos para siempre. A peor.

No tendría espacio suficiente aquí para recitar las sucesivas ocasiones en las que el islamismo se ha rebelado, de palabra o hechos -y a menudo ambos- contra cuestiones que nos son naturales a los ciudadanos europeos. Baste citar el informe del ministerio de Interior galo, de esta misma semana, en la que se reconoce que en el último año unos 2.500 policías han sido agredidos por jóvenes norteafricanos de los barrios periféricos. La quema de coches se hace con sordina, pero las agresiones al sistema y a sus símbolos continúan.

No ha habido acto terrorista islámico en la última década en el que no se haya registrado una participación significativa de musulmanes radicales residentes en Europa. Como tampoco ha habido actos terroristas islámicos en Europa sin la presencia de algún marroquí. Pero los actos terroristas son sólo la punta de un enorme iceberg: el islam radical es hoy más atrevido que nunca, dispuesto a dictarnos lo que es apropiado o no en nuestra propia casa. No me cabe la menor duda de que esto es así porque nos ve débiles, vacilantes, desorientados y sin capacidad de reacción.

En ciertos lugares se empieza a ver lo que, de no hacer nada para evitarlo, será algo común en toda Europa en poco tiempo. Michel Thoomis, el líder del sindicato policial francés, se lo ha escrito a Sarkozy: «Vivimos en un estado de guerra civil, orquestada por los islamistas radicales. No es una cuestión de violencia criminal. Es una intifada, con sus piedras y sus cócteles Molotov».

En la Unión Europea viven ahora más de 20 millones de musulmanes cuyo crecimiento es imparable a corto y medio plazo. De hecho, si Europa crece en las próximas décadas se deberá al aumento de la población musulmana. Muchos jóvenes, y no pocos tentados por el extremismo. Y, con todo, no es sólo una cuestión de números. Es, finalmente, una cuestión de fe y voluntad.

Mientras que la Europa secular parece no creer en nada, o cree en las cosas más disparatadas, la yihad se revela como una fuerza de atracción y movilización más que poderosa. Se empieza por asesinar a un director de cine; se asalta luego un club gay; se hace callar más tarde al Papa... y como sigamos así, tendremos que llevar a nuestros hijos a comer al «Burka-king» para disfrutar de una hamburguesa. Que no lo consigan depende de nosotros.

G.E.E.

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