Notas:

13.11.06

ISABEL LÓPEZ CIDAD, INSPECTORA DE POLICÍA Y PERITO DEL INFORME DEL CASO DEL ÁCIDO BÓRICO: "LA OBSESIÓN DE GARZÓN ERA LA PALABRA ETA"

Madrid- Isabel López Cidad firmó, junto a otros dos peritos de la Policía Científica, el informe que relacionaba el 11-M con ETA, una hipótesis que sus superiores mutilaron tras conminarles sin éxito a retirarla. Una vez escuchada su declaración, el juez Garzón le imputó, al igual que a sus compañeros, un delito de falsedad documental el pasado 29 de septiembre. Hace unos días, otra juez, Gema Gallego -que mantuvo con Garzón una disputa jurídica por la competencia del asunto- les ha retirado esa imputación. López Cidad habla por primera vez de la experiencia vivida en estas últimas semanas y del miedo que tiene a sufrir represalias en su trabajo, que comparte con los cuatro mandos policiales acusados de falsear el informe.
-Ahora que una juez le ha retirado la imputación, ¿cómo recuerda el día que acudió a declarar ante Garzón?
-El día anterior habíamos declarado ante el instructor de una investigación interna de la Policía. Yo estaba confiada. Había dicho la verdad, lo que consideraba, y fui muy tranquila a la Audiencia Nacional. La verdad es que pensaba que ni tan siquiera me iban a llamar a declarar. Fui de sorpresa en sorpresa.
-¿Cuál fue la primera?
-Empezó a sorprenderme el orden en el que declaramos cada uno de nosotros. Primero Miguel Ángel Santano (principal responsable de la Policía Científica), después José Andradas (jefe de la unidad de Análisis de la Policía Científica) y más tarde me mandan pasar a mí y me tienen cuatro horas interrogándome. Cada vez me sorprendía más y pensaba que algo malo iba a suceder, porque a pesar de las explicaciones que le daba al juez Garzón, todo hacía presagiar malos augurios.
-¿Hubo algún receso en su declaración?
-Empecé a declarar a las siete y media de la tarde del día 28 y terminé a las once y media, cuando me dice que estoy incomunicada y me llevan a una habitación. A las dos y diez de la mañana me dice la oficial que me custodiaba que había dicho Garzón que me podía marchar a mi casa. Le dije que a esas horas no había autobús ni metro y que me había dicho Escribano que me llevaría él si salíamos tarde, por lo que yo me esperaba hasta que saliera.
-¿Cómo transcurrió el interrogatorio?
-Las dos primeras horas fueron más o menos normales. Estaba un poco extrañada porque continuamente tenía que repetir lo mismo y el juez Garzón hacía aspavientos, como que no entendía nada de nada. Y le volví a explicar varias veces lo mismo, las circunstancias del que él llamó documento 11 (el que relacionaba el 11-M con ETA) y seguía haciéndose de nuevas, como que no entendía. Hasta cuatro veces por lo menos le expliqué de dónde había salido, que era una impresión del disquete que tenía Escribano en su cajón y al que tenía acceso todo el mundo del laboratorio. Se había impreso porque en el sobre no figuraba la copia de nuestro informe y para proporcionárselo y denunciarlo ante Andradas se imprimió y se volvió a firmar. Todos estos hechos se le comunican al señor Andradas en la nota. Se lo expliqué a Garzón, pero o no entendía o no quería entender.
«Ni me derrumbé ni lloré»
-¿Es cierto que rompió a llorar en un momento de la declaración?
-Al día siguiente leí eso en la prensa, pero ni me derrumbé ni lloré. Con el señor Garzón no se me escapó ninguna lágrima.
-¿Cuál fue la actitud de los fiscales Olga Sánchez y Pedro Rubira, presentes en la declaración?
-Estuvieron en silencio absoluto durante las cuatro horas del interrogatorio. Les miraba de vez en cuando a ver si asentían a lo que yo decía, pero se miraban entre ellos y callaban como muertos.
-¿No volvió a verles después de la declaración?
-Cuando estaba incomunicada vino la fiscal Olga Sánchez en un momento dado, cogió un caramelo de la mesa de la oficial y me lo ofreció. Esto es lo único que habló conmigo: para ofrecerme un caramelo de café.
-¿Cuándo se interrumpió la declaración?
-Al terminar las dos primeras horas, se levantó el juez y dijo que tenía que ir al servicio porque estaba cansado. «Usted, mientras, corrija las copias y las firma, o mejor aún corríjalas en la pantalla del ordenador», me dice. Vuelve a los diez minutos y me pregunta si he terminado de corregir y lo he firmado. Y le contesto que no, que estoy leyéndolo. «Bueno, pues venga, fírmelo que vamos a continuar ahora con el ácido bórico», aseguró. Cuando vuelve le digo: señoría, yo también tendría que ir al servicio. Y dice: «Bueno, pero usted a éste». Yo quería salir fuera por pasearme, pero no, me obligó a ir al suyo.
«Envalentonado y atosigante»
-¿Sobre qué versó la segunda parte de su declaración?
-Me interrogó respecto al ácido bórico y sus aplicaciones en relación a explosivos. Él insistía en preguntar porqué habíamos puesto lo del ácido bórico, que para él tenía aplicaciones más corrientes y, sin embargo, habíamos hecho constar que enmascaraba el olor de explosivos orgánicos para evitar ser detectado por los perros. Lo que le interesaba era por qué se había hecho constar en el informe relacionado con ETA y llegó a decir que en su casa tenía ácido bórico para los pies. Total, que me lo dijo varias veces y al final le repliqué: seguro que usted no tiene 1.326,5 gramos de ácido bórico para los pies y El Haski (uno de los procesados por los atentados del 11-M, en cuyo domicilio se halló esta sustancia) tampoco para matar una cucaracha.
-¿La actitud del juez había cambiado en ese momento?
-En la segunda parte del interrogatorio ya llegó un poco envalentonado y cada vez más imperioso, más atosigante y retorciéndolo todo. Y cuando ya estaban próximas las cuatro horas, al final, vuelve a insistir otra vez con el documento 11 y yo le intento explicar de nuevo su procedencia. Y me dice: «No, me han querido engañar. Nos han querido engañar». Y yo: «Señoría, que no». Y él: «Nada, fuera, que esté incomunicada». Ya no pude ponerme en contacto con mis compañeros.
-Ustedes denunciaron que la actitud de Garzón fue de «permanente atosigamiento». ¿Por qué?
-No hacía más que insistir en por qué habíamos puesto lo de ETA. Yo le decía que da la casualidad de que en todos estos años sólo ha aparecido el ácido bórico en relación con dos asuntos, luego a la hora de la verdad eran tres, del otro no se acordó Escribano. Pero en el tercero decíamos que no era ni explosivo ni incendiario. Y me lo espetó a la cara: «¿Cómo aquí dicen que esto no es explosivo ni incendiario?». Le contesté que por sí mismo, no es ninguna de las dos cosas, pero lo único que decíamos era que teniendo en cuenta lo infrecuente que es la identificación de esta sustancia en relación con hechos terroristas, cabía la posibilidad de que los autores estuviesen relacionados, fuesen los mismos o hubiesen recibido similar formación.
«No conseguía lo que quería»
-Algo que, según él, no tiene base científica alguna.
-Eso lo hemos hecho así durante toda nuestra vida profesional: se incluye esa posibilidad para que se investigue si se considera oportuno. De todas formas, fue el propio Garzón el que le dio la importancia subida de tono. ¿Por qué no insistió en que esa sustancia también se había encontrado en el piso de un antisistema? No, a él lo único que le interesaba era que ahí figuraba la palabra ETA. Continuamente, su obsesión era la palabra ETA. Como no conseguía lo que quería, cada vez estaba más nervioso.
-Para entonces, usted ya no estaría tan tranquila.
-Iba de testigo, y dispuesta a entregarle cualquier documentación, tratando de hacer lo más sencillo posible su trabajo. Pero a medida que pasaba el tiempo pasé de estar confiada a sentirme totalmente indefensa en una encerrona y a estar segura de que algo muy malo nos iba a suceder.
-¿Pensó que estaba detenida?
-Es que fue real. Las esposas no me las pusieron, pero me sentí detenida y totalmente incomunicada en una habitación y con el carné de identidad retenido. Ni me leyeron los derechos.
-Durante ese tiempo no sabía cómo discurrían los interrogatorios a sus compañeros...
-Durante el interrogatorio a Escribano, se oyeron unas voces fortísimas. La oficial levantó la cabeza, igual que yo. No pude identificar quién chillaba, pero desde luego las voces eran muy altas.
«Santano me dio la espalda»
-¿Se cruzó con alguno de sus superiores?
-Cuando estaba aislada, pasó Santano a mi lado y me dio la espalda. Le dije: «Siéntese, que hay sillas». Y me contestó, colorado: «Estoy bien así». Y luego, cuando termina, le dan las diligencias y le acompañan a la puerta de salida, pasa por mi lado con la cabeza totalmente gacha y todo rojo y no dijo ni adiós.
-¿Cómo le explicó su superior Francisco Ramírez que la referencia a ETA no puede incluirse en el informe?
-Ramírez primero interpeló a Pedro Manrique (el otro perito que firmó el polémico informe). Ese día nosotros no estábamos en el laboratorio. Manrique le respondió que él no cambiaba nada. «¿Y tus compañeros?», le preguntó. «Ah, no sé, pregúntaselo a ellos», replicó. Al día siguiente le dice a Manolo (Escribano) que hay que cambiar todo eso, que lo de ETA había que eliminarlo. También se negó. Y respecto a mí, vi que había mucho jaleo. Él iba y venía con un papel (el informe) dando voces de un lado para otro e intentando que alguien firmase con él y que se cambiase eso. A mí directamente no me llegó a decir nada, porque oliéndome la tostada, hablando en plata, me quité de enmedio y me fui donde trabajo habitualmente. Él dice que me propuso firmar el informe, puede ser, pero no lo recuerdo.
La familia no se atreve a llamar
-¿Tienen miedo a que puedan ser expulsados del Cuerpo?
-Sí, claro. Si nos atenemos a lo visto en el Juzgado de Baltasar Garzón, donde ante una cosa clarísima dan la vuelta a la tortilla y pasamos a ser perjudicados... Vamos como testigos a la Audiencia Nacional y salimos imputados como supuestos falsificadores de nuestro propio informe. En cambio, a quienes presuntamente lo podrían haber falsificado se les exonera. Si con todo esto uno no se da cuenta del peligro que corre es un ingenuo. Mi vida profesional está en manos de mis superiores y temo por ello.
-¿Vio mucha diferencia entre el trato de Garzón y el que les dispensó la juez Gemma Gallego ?
-Como la noche y el día. Desde el primer momento que fui a declarar vi que era una persona íntegra, honesta y que por encima de todo iba a sacar la verdad.
-¿Cómo han vivido sus familiares todo lo sucedido?
-Mi familia ni tan siquiera se atreve a llamarme por teléfono.
-¿Y sus compañeros de profesión?
-En el laboratorio, algunos nos ignoran o nos hacen la guerra, que ésa es otra, porque dicen que esto es una deshonra para la Policía, que todo haya salido en los medios de comunicación. Ellos dicen que un montón de jueces nos habían felicitado y que todo el mundo estaba conforme con nuestros informes y, claro, ahora de la noche a la mañana este panorama...
«Dieron la vuelta a la tortilla»
-¿Cuántos informes calcula que ha firmado a lo largo de su carrera?
-Más de 3.000, porque en este laboratorio llevo prácticamente toda mi vida profesional, 27 años menos cuatro meses. Y nunca me han cambiado ninguno.
-¿Y por qué cree que en esta ocasión sí hubo un especial interés en que se modificase?
-Porque había algo que no querían que estuviese.
-¿Qué secuelas le quedan de esta experiencia?
-Sobre todo, el daño moral, personal y familiar que me han ocasionado. Y todo esto continúa, porque desde que todo esto empezó duermo muy mal. La noche del pasado lunes (cuando la juez Gallego le retiró la imputación), por ejemplo, la pasé escuchando la radio.
-Pero también habrán tenido apoyos durante este tiempo...
-Claro que sí. A estas alturas estábamos ya en la cárcel si no fuera por la Confederación Española de Policía y su equipo de abogados.
Ramírez iba y venía con el informe dando voces e intentando que alguien firmase con él
Pasé de estar confiada a sentirme totalmente indefensa en una encerrona
Mi vida profesional está en manos de mis superiores - imputados- y temo por ello
Santano pasó por mi lado con la cabeza totalmente gacha y no dijo ni adiós.

LA RAZÓN

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