Desde que se inició la instrucción del sumario del 11-M, los medios de comunicación han estado divididos en dos grupos: aquellos que queríamos informar y aquéllos que han pretendido desde un principio adoctrinar.
La diferencia es patente. Quien informa, está proporcionando al lector, al oyente o al espectador una serie de datos ciertos, a partir de los cuales construye un titular. Puede acompañar esos datos con valoraciones o análisis que la audiencia compartirá o no, pero al menos proporciona a esa audiencia los datos en los que basa esos análisis o esas valoraciones.
Quien adoctrina, elige primero el titular y luego lo acompaña de las medias verdades necesarias para que el titular no se desmorone. En lugar de presentar los hechos y valorarlos, presenta valoraciones decididas de antemano y criba o manipula los hechos para ajustarlos a esa valoración.
En el caso del 11-M, algunos hemos intentado desde el principio proporcionar datos, es decir, informar a la audiencia. Si las informaciones de El Mundo o este blog tienen tanta aceptación no es porque las valoraciones de Casimiro García Abadillo, de Fernando Múgica o de Luis del Pino sean más o menos acertadas, sino porque la inmensa mayor parte de los datos sobre el 11-M que la opinión pública conoce, los conoce a través El Mundo, de Libertad Digital, de Cope, de City FM....
Frente a esos pocos medios independientes, los medios defensores de la versión oficial han optado por el silencio durante muchísimo tiempo, intentando proporcionar la mínima cantidad de información posible. Eso sí, con muchas y altisonantes valoraciones: titulares efectistas, pero poco dato concreto.
Sólo salieron del letargo informativo esos medios cuando la presión de los datos empezó a ser demoledora. Entonces, comenzaron con las intoxicaciones puras y duras: mantener los falsos titulares exige pagar el peaje de retorcer los hechos hasta volverlos incompatibles con la realidad.
La ventaja que tiene informar frente a adoctrinar es, precisamente, que la confrontación con la realidad nunca le incomoda a quien trata de informar. Como tampoco le incomodan la luz y los taquígrafos. En cambio, para quien adoctrina, la transparencia es veneno.
Por eso este juicio está siendo demoledor para los defensores de la versión oficial: porque la gente está teniendo la oportunidad de ver de primera mano a los acusados, de confrontar su imagen real con la imagen ficticia que los adoctrinadores presentaron. ¿Éstos que han declarado hasta ahora son los peligrosos émulos de Osama Ben Laden dispuestos a levantarse contra la coalición internacional que operaba en Irak? ¿Ése que ha contestado hoy a la fiscal y a los abogados de las acusaciones es el peligroso terrorista que puso las bombas en los trenes?
La información nos hace libres. Y la luz y los taquígrafos del juicio están consiguiendo que los españoles puedan por fin conocer los hechos de primera mano y juzgar por sí mismos. La versión oficial tiene los días contados.
Luis del Pino en Libertad Digital
La diferencia es patente. Quien informa, está proporcionando al lector, al oyente o al espectador una serie de datos ciertos, a partir de los cuales construye un titular. Puede acompañar esos datos con valoraciones o análisis que la audiencia compartirá o no, pero al menos proporciona a esa audiencia los datos en los que basa esos análisis o esas valoraciones.
Quien adoctrina, elige primero el titular y luego lo acompaña de las medias verdades necesarias para que el titular no se desmorone. En lugar de presentar los hechos y valorarlos, presenta valoraciones decididas de antemano y criba o manipula los hechos para ajustarlos a esa valoración.
En el caso del 11-M, algunos hemos intentado desde el principio proporcionar datos, es decir, informar a la audiencia. Si las informaciones de El Mundo o este blog tienen tanta aceptación no es porque las valoraciones de Casimiro García Abadillo, de Fernando Múgica o de Luis del Pino sean más o menos acertadas, sino porque la inmensa mayor parte de los datos sobre el 11-M que la opinión pública conoce, los conoce a través El Mundo, de Libertad Digital, de Cope, de City FM....
Frente a esos pocos medios independientes, los medios defensores de la versión oficial han optado por el silencio durante muchísimo tiempo, intentando proporcionar la mínima cantidad de información posible. Eso sí, con muchas y altisonantes valoraciones: titulares efectistas, pero poco dato concreto.
Sólo salieron del letargo informativo esos medios cuando la presión de los datos empezó a ser demoledora. Entonces, comenzaron con las intoxicaciones puras y duras: mantener los falsos titulares exige pagar el peaje de retorcer los hechos hasta volverlos incompatibles con la realidad.
La ventaja que tiene informar frente a adoctrinar es, precisamente, que la confrontación con la realidad nunca le incomoda a quien trata de informar. Como tampoco le incomodan la luz y los taquígrafos. En cambio, para quien adoctrina, la transparencia es veneno.
Por eso este juicio está siendo demoledor para los defensores de la versión oficial: porque la gente está teniendo la oportunidad de ver de primera mano a los acusados, de confrontar su imagen real con la imagen ficticia que los adoctrinadores presentaron. ¿Éstos que han declarado hasta ahora son los peligrosos émulos de Osama Ben Laden dispuestos a levantarse contra la coalición internacional que operaba en Irak? ¿Ése que ha contestado hoy a la fiscal y a los abogados de las acusaciones es el peligroso terrorista que puso las bombas en los trenes?
La información nos hace libres. Y la luz y los taquígrafos del juicio están consiguiendo que los españoles puedan por fin conocer los hechos de primera mano y juzgar por sí mismos. La versión oficial tiene los días contados.
Luis del Pino en Libertad Digital
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