Tal día como hoy del año 1212 los cristianos vencíamos a los islamistas en las Navas de Tolosa
La batalla de las Navas de Tolosa marca un hito en la historia de España: alejó el peligro de una invasión musulmana de los reinos cristianos y contribuyó al desmembramiento del imperio almohade.
Como consecuencia de esta batalla, el poder musulmán en la Península Ibérica comenzó su declive definitivo y la Reconquista tomó un nuevo impulso que produjo en los siguientes cuarenta años un avance significativo de los reinos cristianos, que tomaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán.
En la primavera de 1212, los caminos de la Cristiandad se llenaron de cruzados cuya meta era Toledo. Los pobres iban a pie, mendigando por los caminos; los nobles, a caballo, seguidos de sus mesnadas.
El 20 de junio, el ejército cristiano partió de Toledo camino del sur. En el cuerpo de vanguardia iban tropas guiadas por don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya.
El día 11, los cristianos acamparon en las Fresnedas. Don Diego López de Haro envío a su hijo don Lope con un destacamento a las alturas del puerto del Muradal, hoy Despeñaperros, para que reconociese el terreno y ocupase la pequeña meseta que allí existe. Los expedicionarios ganaron rápidamente las alturas y avistaron el castillo de Ferral, adelantado de Sierra Morena, donde se había instalado la avanzada almohade que vigilaba el desfiladero de la Losa. En cuanto descubrieron a los cristianos, los almohades salieron a hostigarlos.
Al día siguiente, 12 de julio llegó el ejército cristiano al pie de Sierra Morena y nuevas tropas reforzaron a la vanguardia instalada en la meseta del Muradal. Al amanecer del día 13, el resto del ejército se les unió y acampó en la llanada.
La situación de los cristianos era delicada. Sus enemigos podrían hacer, sin dificultad, una carnicería de cualquier ejército que se aventurase por aquellas angosturas. Por otra parte, el paraje donde habían acampado los cruzados era áspero e inhóspito.
Los cristianos necesitaban un milagro y el milagro ocurrió. Ante Alfonso VIII se presentó un pastor que decía conocer un paso seguro que los almohades no vigilaban. Nada se perdía con probar. El Señor de Vizcaya, Don Diego López de Haro y un destacamento de exploradores, acompañaron al pastor que los llevó primero hacia el oeste y luego hacia el sur, a través de los actuales parajes del Puerto del Rey y Salto del Fraile. Así fueron a salir, esquivando los relieves más comprometidos de aquellas montañas, a la explanada de la Mesa del Rey, donde se establecieron. Don Diego López de Haro comunicó al rey que el paso del pastor era perfecto, justamente lo que necesitaban. En cuanto amaneció el día siguiente, el grueso del ejército levantó el campamento y fue a acampar en la Mesa del Rey.
LA BATALLA
Las tropas almohades, provenían de los territorios que denominaban como Al-Andalus y soldados bereberes del norte de África, reunidas para formar una yihad que expulsara definitivamente a los cristianos de la Península Ibérica. Habían estado retardando el choque frontal con el fin de conseguir debilitar la unión de las tropas cristianas y agotar las fuerzas de éstas por agotamiento de los suministros.
Los castellanos de segunda línea, al mando de Nuñez de Lara, y las Órdenes Militares formaban en el centro flanqueados a la derecha por los navarros y las milicias urbanas de Ávila, Segovia y Medina del Campo; y a la izquierda por los aragoneses. Tras una carga de la primera línea de las tropas cristianas capitaneadas por el vizcaíno Diego López de Haro, los almohades, que doblaban ampliamente en número a los cristianos, realizan la misma táctica que años antes les había dado tanta gloria. Los voluntarios y arqueros de la vanguardia, mal equipados pero ligeros, simulan una retirada inicial frente a la carga para contraatacar luego con el grueso de sus fuerzas de élite en el centro. A su vez los flancos de caballería ligera almohade, equipada con arco, tratan de envolver a los atacantes realizando una excelente labor de desgaste. Recordando la batalla de Alarcos era de esperar esa táctica por parte de los almohades. Al verse rodeados por el enorme ejército almohade, acude la segunda línea de combate cristiana pero no es suficiente. La tropa de López de Haro comienza a retirarse pues sus bajas son muy elevadas no así el propio capitán el cual, junto a su hijo, se mantiene estoicamente en combate cerrado junto a Nuñez de Lara y las Ordenes militares.
Al notar el retroceso de muchos de los villanos cristianos, los reyes cristianos al frente de sus caballeros e infantes inician una carga crítica con la última línea del ejército. Este acto de los reyes y caballeros cristianos infunde nuevos bríos en el resto de las tropas y es decisivo para el resultado de la contienda. Los flancos de milicia cargan contra los flancos del ejército almohade y los reyes marchan en una carga imparable. Según fuentes tardías el rey Sancho VII de Navarra aprovechó que la milicia había trabado en combate a su flanco para dirigirse directamente hacia Al-Nasir. Los doscientos caballeros navarros junto con parte de su flanco atravesaron su última defensa: los im-esebelen, una tropa escogida especialmente por su bravura que se enterraban en el suelo o se anclaban con cadenas para mostrar que no iban a huir. Sea como fuere lo más probable es que la unidad navarra fuera la primera en romper las cadenas y pasar la empalizada, lo que justifica la incorporación de cadenas al escudo de Navarra. Mientras la guardia personal del califa sucumbía fiel a su promesa en sus puestos, el propio Al-Nasir se mantenía en el combate dentro del campamento.
No existía en aquella época ninguna forma humana de detener una carga de caballería pesada cuando se abatía sobre un objetivo fijo y lograba el cuerpo a cuerpo. En las Navas, los arqueros musulmanes, principal y temible enemigo de los caballeros, principalmente por la vulnerabilidad de sus caballos, no podrían actuar debidamente cogidos ellos mismos en medio del tumulto. El ejército de Al-Nasir se desintegró.
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La batalla de las Navas de Tolosa marca un hito en la historia de España: alejó el peligro de una invasión musulmana de los reinos cristianos y contribuyó al desmembramiento del imperio almohade.
Como consecuencia de esta batalla, el poder musulmán en la Península Ibérica comenzó su declive definitivo y la Reconquista tomó un nuevo impulso que produjo en los siguientes cuarenta años un avance significativo de los reinos cristianos, que tomaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán.
En la primavera de 1212, los caminos de la Cristiandad se llenaron de cruzados cuya meta era Toledo. Los pobres iban a pie, mendigando por los caminos; los nobles, a caballo, seguidos de sus mesnadas.
El 20 de junio, el ejército cristiano partió de Toledo camino del sur. En el cuerpo de vanguardia iban tropas guiadas por don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya.
El día 11, los cristianos acamparon en las Fresnedas. Don Diego López de Haro envío a su hijo don Lope con un destacamento a las alturas del puerto del Muradal, hoy Despeñaperros, para que reconociese el terreno y ocupase la pequeña meseta que allí existe. Los expedicionarios ganaron rápidamente las alturas y avistaron el castillo de Ferral, adelantado de Sierra Morena, donde se había instalado la avanzada almohade que vigilaba el desfiladero de la Losa. En cuanto descubrieron a los cristianos, los almohades salieron a hostigarlos.
Al día siguiente, 12 de julio llegó el ejército cristiano al pie de Sierra Morena y nuevas tropas reforzaron a la vanguardia instalada en la meseta del Muradal. Al amanecer del día 13, el resto del ejército se les unió y acampó en la llanada.
La situación de los cristianos era delicada. Sus enemigos podrían hacer, sin dificultad, una carnicería de cualquier ejército que se aventurase por aquellas angosturas. Por otra parte, el paraje donde habían acampado los cruzados era áspero e inhóspito.
Los cristianos necesitaban un milagro y el milagro ocurrió. Ante Alfonso VIII se presentó un pastor que decía conocer un paso seguro que los almohades no vigilaban. Nada se perdía con probar. El Señor de Vizcaya, Don Diego López de Haro y un destacamento de exploradores, acompañaron al pastor que los llevó primero hacia el oeste y luego hacia el sur, a través de los actuales parajes del Puerto del Rey y Salto del Fraile. Así fueron a salir, esquivando los relieves más comprometidos de aquellas montañas, a la explanada de la Mesa del Rey, donde se establecieron. Don Diego López de Haro comunicó al rey que el paso del pastor era perfecto, justamente lo que necesitaban. En cuanto amaneció el día siguiente, el grueso del ejército levantó el campamento y fue a acampar en la Mesa del Rey.
LA BATALLA
Las tropas almohades, provenían de los territorios que denominaban como Al-Andalus y soldados bereberes del norte de África, reunidas para formar una yihad que expulsara definitivamente a los cristianos de la Península Ibérica. Habían estado retardando el choque frontal con el fin de conseguir debilitar la unión de las tropas cristianas y agotar las fuerzas de éstas por agotamiento de los suministros.
Los castellanos de segunda línea, al mando de Nuñez de Lara, y las Órdenes Militares formaban en el centro flanqueados a la derecha por los navarros y las milicias urbanas de Ávila, Segovia y Medina del Campo; y a la izquierda por los aragoneses. Tras una carga de la primera línea de las tropas cristianas capitaneadas por el vizcaíno Diego López de Haro, los almohades, que doblaban ampliamente en número a los cristianos, realizan la misma táctica que años antes les había dado tanta gloria. Los voluntarios y arqueros de la vanguardia, mal equipados pero ligeros, simulan una retirada inicial frente a la carga para contraatacar luego con el grueso de sus fuerzas de élite en el centro. A su vez los flancos de caballería ligera almohade, equipada con arco, tratan de envolver a los atacantes realizando una excelente labor de desgaste. Recordando la batalla de Alarcos era de esperar esa táctica por parte de los almohades. Al verse rodeados por el enorme ejército almohade, acude la segunda línea de combate cristiana pero no es suficiente. La tropa de López de Haro comienza a retirarse pues sus bajas son muy elevadas no así el propio capitán el cual, junto a su hijo, se mantiene estoicamente en combate cerrado junto a Nuñez de Lara y las Ordenes militares.
Al notar el retroceso de muchos de los villanos cristianos, los reyes cristianos al frente de sus caballeros e infantes inician una carga crítica con la última línea del ejército. Este acto de los reyes y caballeros cristianos infunde nuevos bríos en el resto de las tropas y es decisivo para el resultado de la contienda. Los flancos de milicia cargan contra los flancos del ejército almohade y los reyes marchan en una carga imparable. Según fuentes tardías el rey Sancho VII de Navarra aprovechó que la milicia había trabado en combate a su flanco para dirigirse directamente hacia Al-Nasir. Los doscientos caballeros navarros junto con parte de su flanco atravesaron su última defensa: los im-esebelen, una tropa escogida especialmente por su bravura que se enterraban en el suelo o se anclaban con cadenas para mostrar que no iban a huir. Sea como fuere lo más probable es que la unidad navarra fuera la primera en romper las cadenas y pasar la empalizada, lo que justifica la incorporación de cadenas al escudo de Navarra. Mientras la guardia personal del califa sucumbía fiel a su promesa en sus puestos, el propio Al-Nasir se mantenía en el combate dentro del campamento.
No existía en aquella época ninguna forma humana de detener una carga de caballería pesada cuando se abatía sobre un objetivo fijo y lograba el cuerpo a cuerpo. En las Navas, los arqueros musulmanes, principal y temible enemigo de los caballeros, principalmente por la vulnerabilidad de sus caballos, no podrían actuar debidamente cogidos ellos mismos en medio del tumulto. El ejército de Al-Nasir se desintegró.
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