Notas:

7.1.08

EJECUCIONES SUMARIAS EN IRÁN E INDIFERENCIA OCCIDENTAL

Es común en asociaciones como Amnistía Internacional condenar la pena capital venga de donde venga, aunque si es de EEUU mejor aún. El año ha empezado con la “ejecución” de trece personas en Irán por distintos delitos. Varios de éstos eran, supuestamente, por asesinato pero otros lo eran por tráfico de estupefacientes.

El primer principio que debe guiar a la justicia es el sentido de la proporcionalidad de las penas y por lo tanto castigar con la horca a quienes hayan traficado con drogas es del todo desproporcionado y brutal.

Así se las gastan este tipo de regímenes como el chino o el iraní; cualquier cosa que ellos llamen delito como puede ser la homosexualidad, y que no recibe reprobación entre nuestros progresistas (incluso por el propio y politizado movimiento gay), nos puede conducir a la horca o al tiro en la sien. La arbitrariedad es absoluta por tanto, algo que choca con la verdadera justicia americana. La seguridad jurídica de Norteamérica en absoluto tiene que ver con la de estos regímenes en los que no hay justicia sino tiranía. Pero eso da igual a la hora de condenar la pena capital y se mete todo en el mismo caso.

Ya decía Locke sobre la proporcionalidad del castigo al delito cometido, y justificaba acertadamente desde un punto de vista natural, el castigo con la muerte para quienes osaran arrebatar este sagrado don de la Naturaleza o de Dios. Nadie puede disfrutar de la vida aunque sea entre rejas si ha acabado con la vida de un semejante con total grado de frialdad y maldad. El caso de la pena de muerte en EEUU es un buen reflejo del carácter religioso y sagrado que se da a la vida humana en el principal foco de libertad que hay en este planeta. Muchos libertarios condenan la pena de muerte en base a que el Estado no puede arrogarse el don de arrebatar la vida a nadie. Pero si delegamos la justicia en él, también se incluye el castigo más severo como se hace con el internamiento y la privación de libertad.

Uno de los argumentos en contra de la pena capital tiene que ver con lo que llaman “fanatismos religiosos”: en EEUU prima la separación entre la Iglesia y el Estado pero toda la vida civil y el sustrato de esta nación gira en base a conceptos religiosos, que nada tienen que ver con las teocracias como la muy de actualidad de Irán, o en nombre de otro supremo teocrático, absoluto y despreciativo con la vida humana como puede ser el comunismo. La religión entendida en el caso iraní tiene bastante poco que ver con el sentido que debe primar en la conducta religiosa de los hombres. Las teocracias utilizan y abusan del concepto divino para imponer el más absoluto despotismo humano. Es así donde cabe plenamente el fanatismo, al no transigir la conducta y creencias de los demás algo que, evidentemente, no ocurre con los “fanáticos” americanos.

También son curiosas las cifras extremadamente distantes en “ejecuciones” entre EEUU y el resto de países que martirizan con este castigo. De hecho el concepto mismo de “ejecución” nada tiene que ver con la ilegitimidad que se aplica por medio de los castigos más inhumanos bien sean aplicados por parte de un Estado o por unos miserables terroristas.

Y no deja de ser curioso también la enésima hipocresía con la que se juzga a los distintos países que aplican la pena de muerte: EEUU es culpable pero en el caso de Irán es su cultura, y por tanto respetable y tolerable.

Irán es además la cuna de la “Alianza de Civilizaciones” esa perfecta excusa para que el régimen de los ayatolás se entrometa en los asuntos de EEUU pero sin que haya bidireccionalidad o reciprocidad cuando fue auspiciado con este propósito por el anterior presidente el “moderado” Jatamí. La Alianza de Civilizaciones en su más amplia concepción y no sólo aplicada al caso iraní es otro de los funestos caminos que conducen al más peligroso de los escenarios multiculturalistas: la negación absoluta del Bien y del Mal en nombre de la “diversidad cultural” de los pueblos y su idiosincrasia. El ejemplo muy mentado de hacer equivalente la ablación del clítoris a una obra de Shakespeare ilustra a la perfección en qué consiste el multiculturalismo, y su herramienta conductora concreta y más progresista, la dichosa “Alianza de Civilizaciones”. El multiculturalismo acepta en un mismo plano de igualdad los dos tipos de civilizaciones. Y llamarlo “civilización” es mucho decir, pues el componente cívico no existe allá donde el designio despótico desplaza a las decisiones de los ciudadanos libres gestionando tanto la vida pública en su totalidad como la privada.

Sin embargo la progresía occidental no tiene ningún reparo en admitir y utilizar todo este tipo de concepciones y retórica para ganar votos en aras de lo políticamente correcto como herencia del nefasto espíritu deconstruccionista y sesentayochista iniciado hace unas décadas. El abandono de la referencia moral occidental es la principal arma con la cuentan los dictadores del pensamiento y de la sociedad entera. El cebo está puesto por aquellos que quieren que vivamos sometidos a sus designios, y por la intelectualidad occidental en una especie de harakiri colectivo: muchos han picado, y sólo es cuestión de tiempo que nos saquen del agua para que sucumbamos. De hecho es una realidad en casi toda Europa.

Más allá de las bombas y de la lucha armada contra los terroristas y los regímenes que los apoyan como Irán, existe otra batalla completamente silenciosa pero vital. El desprecio a este tipo de noticias argumentando en base a postulados multiculturalistas será nuestro fin si antes no tomamos conciencia de ello y obramos en consecuencia.

(Diario de América)
¿Y esto lo sabe Zerolo and company?

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