Les presento, en rigurosa exclusiva, al abuelo de Zapatero, el abuelo bueno, el feten, el rojo que luchó con Franco. El paso de los años se refleja en su rostro, un rostro arrugado, marcado por los surcos de la lucha proletaria, un hombre duro y curtido, de casta, que no se arrugaba por nada (como su nieto). Un hombre con una gorra de plato de la que no se separaba, dicen, ni para dormir y que le resultaba imprescindible en su faceta de revolucionario de izquierdas. Un luchador incansable, que sin duda ha sido determinante para que su nieto, partiendo de la nada, haya alcanzado la más absoluta miseria.
14.3.08
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