"Bien puede Santa María sanar de toda ponzoña, ya que es Madre del que aplastó al basilisco y al dragón."
De esto, sucedió un milagro a un hombre de Valencia, que iba en romería a Salas, solo, sin compañía, porque confiaba mucho en Santa María, pero se confundió de camino, le sorprendió la noche cuando iba por un monte y vio, de extraña figura, venir hacia sí una bestia, toda hecha a modo de dragón, de la que quedó espantado; pero no huyó ante ella, porque tuvo miedo de que, si huía, ella le daría alcance; y a la Virgen bendita hizo luego su oración, para que lo guardase de muerte y de daño y desgracia.
La oración acabada, hizo, en sí, un gran esfuerzo y se fue, luego, hacia la bestia, y le dio un golpe de espada, con su viejo espadón, que la dividió por medio, asi que, en dos partes le partió el corazón; pero desde entonces, quedó emponzoñado porque le saltó la ponzoña y le dio en el rostro, así como el vaho que le salía de la boca, de manera que, a los pocos días, se volvió como leproso, y puso su voluntad en no hacer otra cosa sino irse, luego, a Santa María de Salas, de romero, con su bordón.
Esto lo hizo en seguida y se puso en camino, con su bordón en la mano; y cuando llegó a Salas lloró mucho ante el altar y en seguida se puso sano. Y, luego, los de la iglesia loaron, con procesión, a la Virgen, que de tan gran lesión curó a aquel hombre.
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