"De todo mal y de toda herida puede sanar al hombre la que está llena de bien."
De esto mostró la Virgen una gran maravilla a un hombre, que era de Murviedro (Sagunto, Valencia), por una gran saetada que había recibido en una lid fuerte y desmedida.
Y la saeta tan bien le había entrado en el ojo, que se lo había roto, y le había entrado hasta el cogote, de modo que no le daban como vivo.
Pero él puso su alma y su caso en manos de la Virgen y se lo encomendó, y a Salas prometió una ofrenda si fuese curado de la llaga.
Y luego mandó que la saeta le fuera arrancada del ojo, y a tal hora, sanó del todo, sin demora, desde que la saeta hubo salido, de modo que de la saetada no sentía nada, y sanaba tan bien del ojo que veía tanto como antes con él veía.
Y hacia Salas hizo luego su ida loando a la Virgen Santa Gloriosa, Madre de Dios, Reina poderosa, que lo sanara como piadosa.
Y esto fue oído hasta muy lejos, por las tierras, y cuantos lo supieron dieron loores a Santa María de Salas, y gran gozo tuvieron al hacer su camino a ella.
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