Hace algún tiempo surgió en la región de Tolosa una herejía que, extendiéndose como un cáncer por los lugares cercanos, ha contagiado a muchas personas en Vasconia y en otras provincias. La cual herejía, mientras a imitación de las serpientes se esconde entre sus propios anillos, cuanto más ocultamente serpentea tanto más gravemente destroza la viña del Señor entre los sencillos.
Por lo cual, ordenamos que los obispos, y cuantos sacerdotes del Señor habitan en aquellas partes, permanezcan vigilantes frente a esos herejes, y prohíban bajo amenaza de anatema que nadie, una vez identificados los seguidores de aquella herejía, se atreva a ofrecerles refugio en su tierra o a prestarles su apoyo.
Y no se tenga con ellos trato alguno de compra o venta, para que al menos, privados así del consuelo de las relaciones humanas, se vean presionados a abandonar su camino equivocado.
Y, si alguno osare contravenir lo aquí dispuesto, sea fulminado con el anatema, como partícipe de la iniquidad de aquellos herejes.
Si estos herejes fueren aprehendidos, sean castigados por los príncipes católicos con prisión y confiscación de todos sus bienes.
Y porque con frecuencia se reúnen desde diversos lugares en algún escondite y viven en un mismo domicilio, sin que exista ninguna causa de esa cohabitación, salvo la coincidencia en el error, sean investigados esos grupos con mayor atención y, si se comprobare la sospecha, prohibidos con todo el rigor canónico.
Del libro: "Bulario de la inquisición española hasta la muerte de Fernando el Católico". Gonzalo Martínez Díez
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