“Yo soy, bien lo sabe usted, un catalán
empedernido y recalcitrante. Cada día amo más a mi país, y más lo venero (…) Y
no vale decir todo esto que ahora se estila de patria chica y patria grande,
clasificación que nunca entendí, y que jamás entró en mi pobre magín. ¿Qué
quiere decir esto de patria chica, o patria grande? La patria es única: es una
sola, y ésta es siempre grande. ¡Mi patria! Para mí es la mayor de todas. ¡Mi
patria! Yo no conozco más que una. La otra, grande o chica, será patria de los
demás; nunca mía. Lo que hay es que una cosa es la patria (España) y otra el
hogar (Cataluña); como una cosa es la sociedad y otra la familia. ¿Soy yo por
ventura regionalista como ahora se dice? No lo sé. Creo que sí, pero en el
sentido y con el alcance que yo doy a la voz regionalismo, que todavía no ha
definido ni fijado la Academia. Soy, sí, regionalista; pero no de esos al uso.
No lo soy hasta el punto de faltar a mi patria española por mi hogar catalán,
que la patria está por encima de todo; lo soy sí, hasta el punto de que por el
amor a mi patria no he de olvidar el amor a mi hogar (…) (Respecto a los
castellanos) Lo que no tenemos es el mismo hogar. Cada uno, desde el nuestro,
desde el seno de nuestra familia, acudimos a orar en el templo que nos es común,
y allí al pie mismo del altar, comulgamos juntos en nuestro amor a España.
Siempre me oyó usted hablar de esta manera ¿no es verdad? ¡Así Dios me conserve
mi patria, y en ella siempre, siempre, mi hogar!”.
Víctor Balaguer. Añoranzas. 1893
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