La jugada está bien clara.
Anda el borbón y su familia en su peor momento, alicaido, sin saber cómo ni de qué forma salir del embrollo en el que ellos y solamente ellos, por voluntad propia, han decidido meterse.
Dimite el padre y medio país se rasga las vestiduras, que viene el coco, los medios de comunicación entran en histeria colectiva, hacen debates muy sesudos para que nos lo creamos. Que si las encuestas dicen esto o lo otro, que si es mejor la república que la monarquía, que si vienen los de "Jodemos" a jodernos, manifestaciones por acá, protestas por acullá, hay que hacer un referendum (que puta manía les ha entrado ultimamente a todos estos paniaguados con lo de los referendums).
Sin embargo y aunque pueda parecer lo contrario asistimos a la apoteosis de la verborrea. Todos se han puesto de acuerdo una vez más para mentir, para falsear la realidad, para tratar de colarnos una trola (y ya van no sé cuantas). Nada es lo que parece. La abdicación del rey no tendrá mayor trascendencia que un partido de fútbol, y para eso ahí están en la calle los de la extrema izquierda, los comunistas y demás antisistema, montando sus numeritos con sus banderines diciendo que quieren la república y no sé que más sandeces, pero su función no es otra que hacer más deseada y popular la monarquía contra la que dicen ir, esa es la razón por la que celebran algunas verbena populares de agradecimiento para despedir al borbón padre y dar la bendición en el puesto al borbón hijo.
A rey puesto, rey puesto. Esto es España, una monarquía muy republicana o si se prefiere una república muy monárquica. Y no hay más historia.
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