El día que se considere sólo como arte y
caiga en una búsqueda desenfrenada por la estética, el espectáculo
taurino entrará en una fase de decadencia que acabará provocando su
desaparición. El fundamento ético de la Tauromaquia, muy anterior a la
noción del arte, y más aún a la de esteticismo que nació apenas hace un
siglo, surge de la capacidad del hombre para encarnar la sublimación de
la Humanidad, desde el estado de naturaleza al de cultura, enfrentándose
a un toro que representa, a su vez, la naturaleza salvaje, con su
fiereza, su casta, su peligro y su poder. Sin esa base indispensable, el
espectáculo carece de fundamento, y lo que llamamos arte se convierte
en una exhibición carente de sentido, que poco tiene que ver con el rito
taurino auténtico.
André Viard, prólogo del opus 44 de Tierras Taurinas
Foto: Campos y Ruedos
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