Nada destruyó España, porque nada existía digno de conservarse cuando ella llegó a estos territorios, a menos de que se estime sagrada toda esa mala yerba del alma que son el canibalismo de los caribes, los sacrificios humanos de los aztecas, el despotismo embrutecedor de los Incas. Y no fue un azar que España dominase en América, en vez de Inglaterra o de Francia. España tenía que dominar en el Nuevo Mundo porque dominaba en el Viejo, en la época de la colonización. Ningún otro pueblo de Europa tenía en igual grado que el español el poder de espíritu necesario para llevar adelante una empresa que no tiene paralelo en la historia entera de la humanidad; epopeya de geógrafos y de guerreros, de sabios y de colonizadores, de héroes y de santos que al ensanchar el dominio del hombre sobre el planeta, ganaban también para el espíritu las almas de los conquistados. Solo una vez en la historia humana el espíritu ha soplado en afán de conquistas que, lejos de subyugar, libertan.
José Vasconcelos (1882-1959)
Breve historia de México.









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