La quieres, la adoras, suspiras por ella,
La nombras dormido, la buscas despierto.
Magdalena, dices, al abrir los ojos.
Magdalena, dices, al rendirte al sueño.
Y hasta hace unas horas, cuando en la hostería,
Te desayunabas, pediste al hostero,
En vez de ensaimada, una magdalena
Y eso fue una daga que horadó mi pecho.
La venganza de Don Mendo.
Pedro Muñoz Seca
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